Infobae acompañó a un equipo del Gobierno porteño a realizar el relevamiento que formuló el INDEC. Cómo es la vida en la vía pública cuando la mayoría ya se encuentra cenando o durmiendo en su hogar
Son las 8 de la noche del lunes y el termómetro marca 11 grados centígrados. El frío ya se hace sentir, pero luego dirán los que lo sufren en serio, que “recién empieza”. Y sí, se va a poner peor. En ese momento, 36 horas antes de que se inicie oficialmente la etapa presencial, el Censo 2022 comienza con su cara más dura, la de las personas en situación de calle. Infobae acompañó a un equipo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a llevar a cabo el relevamiento que por primera vez dispuso el INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos) en 31 centros urbanos. ¿Cómo viven los que peor la pasan?
Si bien el organismo que dirige Marco Lavagna es el órgano rector que fijó la metodología del Censo, los 24 distritos del país son los brazos ejecutores. Por ello, en el caso de la Capital Federal, todo empieza en el barrio de San Cristóbal, en el Centro de Operaciones de Buenos Aires Presente (BAP), el programa mediante el que la Ciudad se ocupa de atender a personas y familias en condición de riesgo social. Cada uno de los 75 móviles salen con un chofer, un operador social, que es quien aborda a las personas en situación de calle para ver cómo se encuentran, y un censista, que finalmente cumple con el llenado del formulario.
“Se registra de dos manera distintas: los que efectivamente pernoctan en la calle y los que están adentro de los hogares o centros de inclusión. Lo que hacemos siempre, en abril, es para tener la situación actualizada y planificar nuestro operativo contra el frío. El foco está en atender la emergencia, pero como la calle no es un lugar para vivir, lo que queremos es que venga a los centros y ahí empiece su proceso de reinserción”, cuenta antes de la partida María Migliore, ministra de Desarrollo Humano y Hábitat de CABA, que independientemente del Censo a nivel nacional, lleva adelante anualmente su propio relevamiento.
El móvil 52 pone rumbo al oeste de la Ciudad y se apresta a recorrer toda la zona aledaña a la Autopista Perito Moreno en los barrios de Liniers y Villa Luro. Sobre la calle Reservistas Argentinos, se divisa a un hombre acurrucado bajo varias mantas: intenta descansar tirado en uno de los ingresos al estadio de Vélez Sarsfield. Difícil… La cuestión es que, por protocolo, no se despierta a quienes están durmiendo, por lo que sólo se registra lo comprobado: una persona de género masculino en situación de calle. La escena se repite sobre Francisco de Viedma al 6900, donde una mujer se arropa a un costado de la estación Liniers del tren Sarmiento. La imagen duele.
En la esquina de Bynon al 7000, un edificio se erige sobre la ochava. No es ni por asomo lo que la mayoría considera tener un techo. Pero al menos está un poco más reparado. Allí una pareja busca asentarse para pasar la noche, cuando la operadora social del BAP se encamina a su encuentro. Aparentemente se encuentran bajo los efectos del alcohol y se dificulta el diálogo como para que el censista complete el formulario: se registran un varón y una mujer en situación de calle y la ubicación correspondiente. Esa escena también se reitera, por ejemplo en Cuzco al 3000, donde un hombre se acobija con sus pocas pertenencias. Ante la consulta, no recuerda su nombre ni su edad. Apenas balbucea. Según quien lo mire, la presencia de alcohol en sangre podría servir de excusa para estigmatizarlos. Sin embargo, el mismo que un rato después advertiría que “el frío recién empieza” invita a la reflexión: “Si los que tienen casa y comida pudieran ponerse un solo segundo en los pies de esta gente, ¿verían tan mal que busquen evadirse un ratito de su realidad? Y además, ¿tienen otra forma de sacudirse un poco el frío?”.
La recorrida va llegando a su fin y, aunque varias personas fueron relevadas en situación de calle, no se pudo llenar ningún formulario por completo. Sin embargo, aparecen tres hombres. Están charlando en una placita, a un lado de un complejo de canchitas de fútbol 5 sobre la avenida Juan Bautista Alberdi, ya más cerca de Parque Avellaneda. Aceptan ser censados, pero las preguntas se responden muy rápidamente. Claro, hay varios ítems que se saltean por obvias razones: no pueden brindar datos sobre ninguna vivienda.
Pedro cuenta que tiene 32 años y que es boliviano. Vino “hace un par de años” y, aunque su oficio original es el de costurero, hace changas para un grupo de gitanos, cargando y descargando mercadería de camiones. Con lo que le pagan, con suerte ese día puede comprarse algo para comer. “No alcanza para ningún techo, ni para una piecita”, se resigna. Su compañero se limita a contestar las preguntas del censista y vuelve a enroscarse en una manta.
El tercer hombre, Carlos, aclara que ahora no está en situación de calle, porque sus dos hijas pueden ayudarlo y pagar el alquiler de una habitación en una pensión, pero que vivió junto a sus dos amigos hasta hace un tiempo. “Ahora los ayudo, les vengo a hacer compañía, los invito a que vengan a bañarse, a lavar la ropa y si puedo les hago algo para comer”, agrega. “¿Hay mucha gente durmiendo en la calle por esta zona?”, le consulta Infobae. “Durmiendo no creo, porque la lógica del que no tiene casa es al revés. De noche se deambula, para no morirse de frío y para que no te roben las cosas cuando dormís. Por eso ves a muchos durmiendo en los bancos de las plazas a plena luz del día”, responde con tanta simpleza como crueldad.
Claro está, Carlos fue uno de los que avisó que las bajas temperaturas no darán tregua por los próximos meses. Lo dice con conocimiento de causa. Todavía tiene la piel curtida. Para todos ellos, en unas horas más comenzará otra larga jornada de lucha contra la marginalidad y la exclusión. La otra cara del Censo.