El flamante presidente de EEUU, Donald Trump, prodigó una avalancha incesante de actividades, declaraciones, firma de decretos y cambios de derechos, reglas de juego y nombres geográficos. En Davos fue un paso más allá y se zambulló con gusto en el territorio de la FED.
Trump es un empresario de bienes raíces. Sabe lo que son las tasas de interés. “Más que la FED”, dijo. Durante todo su mandato anterior abogó, sin éxito, por tasas más bajas. Confrontó con Janet Yellen, y la removió cuando expiró su período. Con Jerome Powell, el reemplazo que promovió, votante republicano registrado, no le fue mejor. Y una baja de tasas es lo primero que pidió en Davos. Pero Trump es un animal político distinto al de ocho años atrás, aunque con la misma obsesión. Powell ya hizo los deberes y le marcó la cancha (hasta abril de 2026). Y el presidente, a su vez, aprendió y se rodeó de financistas. Sabe que la FED puede reducir las tasas si la política económica, su responsabilidad, se lo permite. De hecho, dos recortes adicionales están consignados en el último mapa de puntos para este año. Trump dijo que va a impulsar una política de energía para impulsar la caída de los precios del crudo. Y una vez que ello se concrete, será un golpe fuerte para la inflación. “Eso va a bajar automáticamente las tasas de interés”, reflexionó a la manera casi de un Milton Friedman. Y así su comentario no provocó espanto sino adhesión. Y fue el trampolín para el nuevo récord del S&P 500. Si Trump entiende que es su agenda de políticas la que impide que las tasas bajen, y la que elevó un punto completo las tasas largas y fortaleció el dólar sobremanera, la batalla por la economía está ganada de antemano.
EEUU ya es la envidia del mundo, reza una portada de The Economist de tiempo atrás. Nadie lo discute. ¿Cómo no creer en una edad dorada si Trump no la va a boicotear? Wall Street la vio primero cuando la FED todavía no había domado a la inflación, los pronósticos de recesión reinaban por doquier, y, aun así, lanzó un nuevo mercado bull en octubre de 2022. Hoy el desafío es más sencillo. Es una tarea de mantenimiento, que de Trump depende y que no le impedirá desplegar otras aristas rutilantes de su agenda. Colonizar Marte, la obsesión de Elon Musk, solo por dar un ejemplo de un titular grandioso.