Las estructuras de piedra sumergidas en el sur del país fueron descubiertas hace 36 años y todavía no se han investigado en profundidad. Sin acuerdo sobre su origen, cuáles son las principales hipótesis
Los descubrimientos tienen mucho de casualidad. Es parte de la curiosidad de los viajes. Yonaguni es la isla habitada más occidental de Japón y parte de las islas Yaeyama, a solo 108 kilómetros de la costa de Taiwán. Las aguas marinas que la rodean están densamente habitadas por tiburones martillo y, con el paso de los años, se han convertido en un popular lugar de buceo.
Hace solo 36 años, en 1986, durante una inmersión profunda en busca de un buen lugar para observar a los tiburones, el director de la Asociación de Turismo de Yonaguni-Cho, Kihachiro Aratake, encontró algo extraño en el fondo del mar: vio formaciones que se asemejan mucho a estructuras arquitectónicas.
Desde entonces, varios geólogos de Japón y de todo el mundo han realizado expediciones al monumento y lo han estudiado, pero las hipótesis se suceden y el misterio sigue afianzado en esa categoría. ¿Fue creado por las fuerzas de la tierra y el océano? ¿O es una reliquia de una ciudad antigua?
Para Masaaki Kimura, un geólogo marino de la Universidad de Ryukyus, en Japón, que ha estado buceando en el sitio para medir y mapear sus formaciones durante más de 15 años, “las estructuras de piedra sumergidas que se encuentran justo debajo de las aguas de Yonaguni Jima son en realidad las ruinas de una Atlántida japonesa, una antigua ciudad hundida por un terremoto hace unos 2.000 años”.
Esta teoría se ha afianzado con sus sucesivos viajes e insiste en confirmar que allí debajo descansan los restos de una ciudad de 5.000 años de antigüedad. “La estructura más grande parece una pirámide escalonada monolítica complicada que se eleva desde una profundidad de 25 metros”, relató en una conferencia científica el pasado mes de junio cuando expuso sus últimas teorías sobre el sitio. Pero al igual que otras historias de ciudades hundidas, las afirmaciones de Kimura han suscitado controversia.
Para muchos estudiosos no es posible confirmar que lo que sea vea sean escalones o terrazas hechas por el ser humano. Muchos han coincidido en señalar que se trata de geología básica y estratigrafía clásica para las areniscas, que tienden a romperse a lo largo de los planos y dan como resultado estos bordes muy rectos, particularmente en un área con muchas fallas y actividad tectónica.
“Ni la Agencia de Asuntos Culturales del gobierno japonés, ni el gobierno de la Prefectura de Okinawa reconocen los restos frente a Yonaguni como una propiedad cultural importante”, dijo Emiko Ishida, portavoz de la agencia en un documental de National Geographic. “Ninguno de los entes del estado ha llevado a cabo trabajos de investigación o preservación en los sitios —agregó—, dejando tales esfuerzos en manos de profesores y otras personas interesadas”.
Luego del primer avistaje, un promontorio en la isla de Yonaguni pasó a llamarse extraoficialmente Iseki Hanto (el sitio de las ruinas). Algunos expertos creen que las estructuras podrían ser todo lo que queda de Mu, una legendaria civilización del Pacífico que, se estima, desapareció bajo las olas.
Al enterarse del hallazgo, la primera impresión de Kimura fue que las formaciones podrían ser naturales. Pero cambió de opinión después de su primera inmersión. “Creo que es muy difícil explicar su origen como puramente natural, debido a la gran cantidad de evidencia de la influencia del hombre en las estructuras”, señaló en su presentación oficial.
El explorador dijo haber identificado marcas de cantera en la piedra, caracteres rudimentarios grabados en caras talladas y rocas esculpidas en forma de animales. “Los personajes y monumentos de animales en el agua, que he podido recuperar parcialmente en mi laboratorio, sugieren que la cultura proviene del continente asiático. Un ejemplo que he descrito es que una esfinge submarina se asemeja a un rey chino o de Okinawa antiguo”, comentó a su audiencia.
Sea quien sea que haya creado las estructuras, aparentemente la mayor parte se hundió en uno de los enormes eventos sísmicos por los que esta parte de la costa del Pacífico es famosa. El tsunami más grande registrado en el mundo golpeó Yonaguni Jima en abril de 1771 con olas estimadas en una altura de más de 40 metros, por lo que tal destino también podría haberle ocurrido a la antigua civilización.
Kimura ha identificado diez estructuras frente a Yonaguni y otras cinco relacionadas frente a la isla principal de Okinawa. En total, las ruinas cubren un área que abarca 300 por 150 metros. Las estructuras incluyen las ruinas de un castillo, un arco triunfal, cinco templos y al menos un gran estadio, todos los cuales están conectados por caminos y canales de agua y están parcialmente protegidos por lo que podrían ser enormes muros de contención, dijo el explorador.
Asimismo, dijo que las ruinas datan de al menos 5.000 años, según las fechas de las estalactitas encontradas dentro de las cuevas submarinas que, según él, se hundieron con la ciudad. Estructuras similares a las ruinas que se encuentran en la costa cercana han producido carbón que data de hace 1.600 años, una posible indicación de los antiguos habitantes humanos. Pero ha sido más difícil encontrar evidencia más directa de la participación humana en el sitio.
“La cerámica y la madera no duran mucho en el fondo del océano, pero estamos interesados en seguir investigando un relieve en el sitio que aparentemente está pintado y se parece a una vaca”, añadió Kimura. “Queremos determinar la composición de la pintura. También me gustaría llevar a cabo una investigación del subsuelo”, agregó.
Por su parte, Toru Ouchi, profesor asociado de sismología en la Universidad de Kobe, es uno de los especialistas que apoya la hipótesis de Kimura. Al respecto expresó que nunca había visto que la actividad tectónica tuviera tal efecto en un paisaje, ya sea por encima o por debajo del agua. “También me sumergí allí y toqué la pirámide. Lo que dice el profesor Kimura no es exagerado en absoluto. Es fácil decir que esas reliquias no fueron causadas por terremotos”, destacó.
Mientras tanto, los incrédulos frente a la versión de la antigua ciudad dicen que los agujeros en la roca, que Kimura cree que se usaron para sostener los postes, simplemente fueron creados por remolinos submarinos que desgastaban las depresiones. Filas de agujeros más pequeños deben haber sido formados por criaturas marinas que aprovechaban una línea en la roca para ahondar su perforación.
Son estos especialistas, por ejemplo de la Universidad de Boston que también se han sumergido en la zona, quienes aseguran que los ángulos correctos y la simetría no cuadran en muchos lugares. Para quienes no acuerdan con Kimura, sugieren que él ve lo que quiere ver.
Sin embargo, el nuevo gobernador de la prefectura de Okinawa y funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO, expresaron recientemente su interés en verificar el sitio. La mejor manera de obtener una respuesta definitiva sobre sus orígenes es seguir retrocediendo y recolectando más evidencia. En tanto, Yonaguni puede esconder una Atlántida oriental repleta de secretos, dormida a la espera de que alguien la vuelva a la vida.