Los rostros de los enigmáticos moáis parecen contar la historia de un pueblo mágico y diferente. Teorías e hipótesis sobre cómo surgieron las esculturas de Rapa Nui
Alejados del mundanal ruido y observando el destino de la humanidad callados, los moáis, las gigantescas estatuas de piedra que pueblan la Isla de Pascua y que han dado fama mundial a este enclave perdido en medio del océano Pacífico, aún son un misterio debido a su complejidad, tamaño y el enigma de su funcionalidad.
Las estatuas de piedra, a la vez estoicas y seductoras, han mantenido durante mucho tiempo los espíritus y secretos del antiguo pueblo Rapa Nui, que se asentó en la isla alrededor del 800 d.C. Cada moái -ya sea alto y alto y erguido, caído o en pie como un soldado soldado, esconde numerosos misterios.
Los colonos polinesios navegaron por las estrellas hasta este pedazo de tierra que llamaron epónimamente Rapa Nui. Situada a 2.250 millas al noroeste de Chile, Rapa Nui- rebautizada como Isla Aster después del día día de la llegada de los europeos en 1722- es la isla habitada más remota del mundo.
Al misterio de cómo se construyeron le acompaña el por qué. Los rostros de los moáis, esculpidos para siempre y observando el infinito sin sus característicos ojos de coral, resistiendo al tiempo, parecen contar una historia. El problema es que no sabemos cuál exactamente.
Según un artículo publicado en la revista The World’s Most Mysterious Places, una colección de historias sobre tierras perdidas y sitios extraños, los moáis fueron creados para honrar a los ancestros y jefes al encarnar los espíritus de estas figuras deificadas. “Los Rapa Nui probablemente usaron picos de piedra de basalto para tallarlos en la roca porosa, luego transportaron y erigieron los monolitos con rodillos hechos de troncos y cuerdas hechas de fibras vegetales”, aseguran los especialistas.
Los nativos de la isla, sin embargo, creen que que los moáis, dirigidos por el maná, o la magia, caminaron por sí mismos a través de la isla. Antes de la pandemia, 80.000 visitantes se asombraban ante la cantera de Rano Raraku, una especie de cementerio de moáis. Aquí, los gigantes con cara de piedra existen en varios estados, muchos rotos, medio tallados, enterrados hasta hasta la barbilla, todos revelando un abrupto alto en su creación.
Otra teoría que explica por qué los misteriosos habitantes de la isla construyeron las estatuas, símbolo indiscutido de esta región, es que creían que estos monolitos mejoraban la fertilidad del suelo y aseguraban el abastecimiento de alimentos, según planteó un estudio realizado en 2019 por expertos en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).
El equipo dirigido por Jo Anne Van Tilburg, directora del Proyecto sobre las Estatuas de la Isla de Pascua en esa universidad, dijo haber hallado evidencias para sustentar esta hipótesis de larga data, luego de un estudio pormenorizado sobre dos moáis que fueron excavados de la cantera en Rano Raraku, donde se encontró el 95% de estas estatuas talladas por el pueblo rapanui hace cientos de años.
Trabajando con especialistas en suelo y arqueólogos, encontraron rastros de banana, taro y camote que habrían sido cultivados alrededor de los moáis. Además, un análisis del suelo mostró que el trabajo de tallado de las estatuas de piedra, luego parcialmente enterradas, así como también los movimientos de tierra en la cantera habían provisto a la tierra de importantes nutrientes.
Por tanto, Rano Raraku no habría sido solo la cantera y lugar de fabricación de los moáis, como se creía, sino un importante centro agrícola y de producción de alimentos, sostiene el estudio publicado en el Journal of Archaeological Science. De hecho, el suelo en Rano Raraku es actualmente el más fértil en toda la isla, en parte por el acceso a agua dulce y también por los efectos de los escultores rapanuis.
“Esta excavación amplía nuestra perspectiva sobre los moáis y nos impulsa a comprender que nada, no importa que tan obvio parezca, nunca es lo que parece. Creo que nuestro nuevo análisis humaniza el proceso de producción de los moáis”, aseveró Van Tilburg en un comunicado oficial publicado por UCLA.
El trabajo de Sarah Sherwood, especialista en suelo y parte del equipo de Van Tilburg, fue también esencial para el descubrimiento realizado, ya que fue la experta la que pensó en la posibilidad de medir la fertilidad de la tierra en Rano Raraku. “Cuando recibí los resultados de la prueba tuve que volver a hacerla. Había niveles muy altos de elementos que nunca hubiera pensado encontrar allí, como calcio y fósforo”, explicó.
“La química del suelo mostraba altos niveles de elementos que son claves para el crecimiento de las plantas y para lograr un alto rendimiento. En el resto de la isla el suelo se está gastando rápidamente, erosionando y vaciando de elementos que nutren a las plantas. Pero no así en la cantera, donde los movimientos de suelo y el flujo de piedras generó un sistema de retroalimentación perfecto de fertilizantes, nutrientes y agua”, añadió la especialista.
Además, los rapanuis cultivaban una gran variedad de vegetales en la misma zona, rotación que es esencial para mantener al suelo fértil. El hallazgo contradice la teoría de que la alta concentración de moáis en Rano Raraku se debía a que las estatuas eran allí talladas y almacenadas para ser luego transportadas a diferentes lugares. En cambio, habrían sido creadas y enterradas allí específicamente para generar una zona fértil por parte de habitantes que confiaba en el carácter sagrado de los moáis y de su influencia en los cultivos, destacó Van Tilburg.
La desaparición de la civilización rapanui es tan misteriosa como los moáis que construyeron. Los reclamos apuntan a un desastre medioambiental provocado por el propio pueblo, la guerra civil o la llegada de los europeos. Un día, quizá, dejaron de creer en estos magníficos seres y abandonaron su compleja construcción. La civilización, como todas, quizá estaba colapsando, cuando llegaron los europeos o quizá cuando ya habían llegado. Un día quizá se descubran todos los misterios que envuelven estas prodigiosas cabezas que parecen albergar en su mutismo la historia de un pueblo mágico y diferente. Pero por ahora, hoy todavía no es ese día. Una cosa es segura: los habitantes de la isla fueron innovadores arquitectos espirituales de sus propias vidas en la Tierra.