El ex delantero y entrenador falleció este miércoles. También se destacó en Chacarita, donde fue campeón.
Carlos María García Cambón murió este miércoles a los 73 años luego de haber sufrido un año atrás un aneurisma abdominal y pasar por cuatro cirugías. Así lo confirmó Boca Juniors, club en el que debutó en un Superclásico ante River en el que marcó cuatro goles.
Boca Juniors lamenta el fallecimiento de Carlos María García Cambón, que tuvo un inolvidable debut en Primera con cuatro goles a River, se consagró campeón dos veces y fue DT interino. El club acompaña a sus familiares y amigos en este triste momento. pic.twitter.com/zyFUi8uFVH
— Boca Juniors (@BocaJrsOficial) April 27, 2022
Fue parte de una estrella inolvidable para la historia de Chacarita y dejó un récord impresionante en su paso por Boca. Carlos María García Cambón, exfutbolista y entrenador argentino murió a los 73 años.
Si hubiera que recordar el mejor día de su vida deportiva no habría ninguna duda. La huella indeleble quedó marcada en su historia y en la de Boca aquel domingo 3 de febrero de 1974. Era el día de su debut con la camiseta azul y oro, bajo un cielo gris de verano y nada menos que frente a River.
Cuatro goles hizo García Cambón en el superclásico de la primera fecha del Campeonato Metropolitano y Boca le ganó 5 a 2 a River. Nunca antes un jugador había hecho esa cantidad en el choque estelar del fútbol argentino. Nunca los haría nadie, después.
“Hubo una ayuda divina, estoy seguro”, le dijo, entre risas, a Clarín el protagonista de uno de los capítulos más curiosos del Superclásico. “Imaginate que mi idea, antes de debutar, era hacer un buen partido. Pero se dio algo que me marcó a fuego entre los hinchas de Boca”, apuntaba tiempo después de aquella gesta.
Fue la primera de las 105 presentaciones de García Cambón en Boca. Y dejó correr apenas dos minutos para que ese muchacho de andar seductor y pierna izquierda bien dúctil gritara su gol inicial en la Bombonera. Sería casi un presagio.
“¡Qué tarde la de Carlitos!”, tituló El Gráfico. “Con estos cuatro goles ya justificó plenamente su compra”, declaró un eufórico Alberto J. Armando en los vestuarios.
Pasó el tiempo, Boca y River se volvieron a ver las caras en la Bombonera y García Cambón se vistió de héroe otra vez. Con una precisa definición marcó el único tanto y fue, otra vez, tapa de diarios y revistas. “Es imposible no tener gratos recuerdos de esos partidos. Siempre me fue bien contra River –recordaba-. Jugar un Boca-River es lo máximo a lo que puede aspirar un futbolista. Hacer cuatro goles en el día de tu debut es una sensación increíble. No sé cómo definirlo, pero de algo estoy seguro. La felicidad tocó la puerta de mi casa ese día”.
García Cambón venía de Chacarita, donde fue campeón en el recordado equipo del Metropolitano 1969, y llegó a Boca para suplir a un goleador clásico como Hugo Curioni. No iba a ser campeón en ese torneo (el título se lo llevó Newell’s, Boca arrancó con todo y se fue cayendo) y recién se daría el gusto de dar vueltas olímpicas en el club como parte del plantel bicampeón de 1976, que comandaba el mítico Juan Carlos Lorenzo.
Al año siguiente pasó a Unión de Santa Fe y luego emigró a Grecia para jugar en el Olympiakos. En 1978 regresó al país para volver a su primer amor, Chacarita. Pero volvió a armar las valijas y continuó su carrera en un fútbol que por ese entonces no tenía el cartel que ostenta en la actualidad, el de Estados Unidos. Jugó en Rochester Lancers y luego en Las Vegas Eagles. Colgó los botines en Loma Negra de Olavarría en 1981. Dejaba atrás 336 partidos en Argentina con 87 goles. Además fue campeón sudamericano Sub 20 con la selección argentina en Paraguay (1967).
Si Boca fue la catapulta a la gloria futbolera, Chacarita fue una exitosa cuna en la que supo crecer y también dejar su marca para siempre. “Carlos fue crack por dos motivos –define Daniel Mancini en un artículo dedicado a García Cambón cuando cumplió 70 años-: por su habilidad pero, sustancialmente, porque entendía el juego. Un ejemplo surge de como cabeceaba. De altura mediana y físico filoso, el secreto de Cambón radicaba en su salto y en la colocación del cuerpo en equilibrio de acuerdo a cómo le llegaba la pelota para luego, bien sustentado, usar el cuello y, por último, la cabeza”.
Cuentan que dejó cautivado al público cuando Chacarita le ganó 2 a 0 al Bayern Munich en la copa Joan Gamper de 1971 y que por esos días era codiciado por el Barcelona.
“Chacarita llega a esa invitación hecha por Barcelona por todos los méritos que había hecho en los años previos, por haber salido campeón en 1969, porque en 1971 perdió la final de la Copa Argentina con Boca, los méritos los tenía. Lo que pasa es que nadie se imaginaba que le podíamos ganar al Bayern”, evocó García Cambón sobre otro de los hitos futboleros que protagonizó. Ese día fue marcado por un tal Franz Beckenbauer.
“Había gente que iba a la cancha y ni siquiera era hincha de Chacarita. Iban a ver a un equipo que jugaba bien al fútbol”, resumía.
En julio de 2019, al cumplirse 50 años de la gesta del título inolvidable para todos hinchas funebreros, Clarín reunió en una producción a Eliseo Jorge Petrocelli, García Cambón, Ángel Bargas y Ángel Marcos, figuras de aquel plantel. “No éramos jugadores con una trascendencia de clubes con importancia”, decía García Cambón “Intentar salir campeón con Chaca era inimaginable. Guardo un recuerdo maravilloso, forma parte de las grandes alegrías de mi vida, por todo lo que representaba el club en el que me crié. Allí debuté en Primera y me formé”.
Su carrera como entrenador fue breve y menos resonante. Asumió un interinato en Boca en 1998, tras salida de Héctor Veira y previo a la llegada de Carlos Bianchi. Es más, seis partidos dirigidos por García Cambón forman parte del invicto histórico xeneize de 40 partidos.
De esos tiempos no guarda un buen recuerdo del entonces presidente Mauricio Macri. “Hay personas sobre las cuales prefiero ni hablar, ni nombrarlo. La verdad, prefiero olvidar mi relación con Macri. La falta de reconocimiento es algo muy feo, muy desagradable, muchos ídolos tuvieron que desaparecer del club en forma penosa”. Luego dirigió al Blooming de Bolivia en 2002 y dos años más tarde recaló en el Persija Jakarta de Indonesia.
Alguna vez le preguntaron qué significaba para él haber jugado en la Bombonera. Y lo sintetizó con estilo: “No conozco mucho otras cosas, pero calculo que jugar ahí debe ser lo mismo que, para un bailarín, bailar en el Bolshoi, o para un actor trabajar en Hollywood, o para un astronauta, llegar a la Luna. Yo no hice ninguna de estas cosas, pero lo que sí puedo decir es que jugar en esta cancha es algo realmente maravilloso, único e impagable”.