El plan de Romina y Gonzalo era llegar con sus dos hijas pequeñas a festejar la noche de Año Nuevo en El Calafate. Partieron desde San Rafael, Mendoza, y a la altura de Gobernador Gregores, en la provincia de Santa Cruz, quedaron varados en medio de un temporal que duró varios días. La larga travesía del hombre en busca de ayuda, mientras su esposa y sus hijas esperaban en el auto
Romina y Gonzalo tienen dos hijas, Alicia y Julia, de 2 y 5 años. El 29 de diciembre de 2024 iniciaron un ansiado viaje desde San Rafael, Mendoza, rumbo a El Calafate, Santa Cruz, para celebrar el año nuevo. El traslado significa también el comienzo de las vacaciones. Pero los esperaba una prueba inesperada en la solitaria ruta provincial 29, también llamada ex ruta 40: una abrupta y feroz tormenta en la inmensa Patagonia.

La decisión
A las 17:00 del 30 de diciembre, aceptaron la realidad: estaban atrapados. Con dos niñas pequeñas, de 5 y 2 años, la prioridad era mantener la calma y resguardarse. Romina propuso un “desafío” para convertir la angustia en esas aventuras que buscará relatar en modo anécdota en alguna reunión familiar o de amigos: pasar 24 horas de campamento en el auto. Racionaron la comida y apagaron los celulares, para conservar las baterías. Tenían galletas, algo de agua y abundante abrigo. El auto se convirtió en su refugio en medio del temporal. La noche fue larga y fría, y las condiciones no mejoraron al día siguiente. Romina y Gonzalo entendieron que esperar no era una opción segura.
Era último día del año, el de la cuenta regresiva para esperar el 2025, y Romina y Gonzalo tenían una certeza: el camino no era transitado por nadie, menos a esa hora y menos ese día. “Esperamos que las niñas se durmieran en la hora de la siesta del 31 e ideamos una salida”, expresó Gonzalo. Sin ropa impermeable, optó por vestirse con lo mínimo para evitar que las prendas empapadas añadieran peso y frío. Tenía que ir a buscar alguien que los rescate.
A las cinco de la tarde del 31 de diciembre, Gonzalo inició una extenuante caminata hacia donde encontrara civilización. Sin señal de celular y con recursos limitados, el padre decidió salir en busca de ayuda en una caminata de supervivencia. Mientras Romina en el auto se llenaba de coraje para amenizar la espera de las niñas mientras coloreaban en unas pizarras de mano. A las doce de la noche, a la hora del brindis y de los abrazos en familia de un año que comienza, Gonzalo los recibió caminando en la oscuridad; mientras que Romina y sus dos hijas lo celebraron en el auto, en una espera interminable que había que disimular. Gonzalo no podía desviarse hacia los puestos lindantes a la ruta, porque los caminos de tierra se habían convertido en ríos.


Ya sin lluvia -cerca de las dos de la madrugada- decidió cambiar la ropa mojada por lo que aún tenía seca en la mochila. Se puso una campera de pluma y recordó que la gente que está en situación de calle se pone papel o cartón entre la ropa para calmar el frío. Decidió, entonces, arrancar las hojas de El hombre en busca de sentido, el libro de Viktor Frankl que llevaba para leer en vacaciones. Paradójicamente, usó como abrigo unas páginas en las que, con una narración cruda y conmovedora, el autor describe la deshumanización y el sufrimiento extremo de hambre, frío, las brutalidades y la constante amenaza de la muerte en los campos de concentración de la Alemania Nazi.
“Cuando caminé los primeros 15 kilómetros de los casi 50 que hice en la ruta de ripio que era de barro por la lluvia, ya no podía más, trataba de elongar y no detenerme, tenía que seguir”, recordó.
Cuando llegó a la ruta 40, se paró en el asfalto. Ya era de día. Esperó media hora. Como no pasó nadie, reinició la caminata. Hizo unos 15 ó 20 kilómetros hasta que apareció Gerardo, un guía de montaña, quien lo llevó hasta Gobernador Gregores. Había caminado durante quince horas. Allí, encontró a su hermana Paula, quien se desempeña como rescatista en Santa Cruz, y tras advertir que algo inesperado estaba sucediendo, había movilizado un operativo de búsqueda.

El rescate
Gracias a la coordinación de Paula y las autoridades locales, un equipo de Protección Civil partió de inmediato hacia la ubicación proporcionada por Gonzalo. En menos de una hora, llegaron hasta el auto donde Romina y las niñas, agotadas, pero a salvo, esperaban la vuelta de su padre y la ayuda.
El final feliz quedará como historia familiar a la hora de recordar el 31 de diciembre de 2024 como un fin de año donde no hubo abrazos entre Gonzalo, Romina y sus hijas, ni deseos de un próspero 2025, sino que todo eso que se espera en el año, se vio concretado en horas decisivas de entrega y coraje: en la caminata de Gonzalo en busca de ayuda, y en Romina, quien racionó la comida y pasó tres días adentro del auto sin distraerse un segundo en su tarea de madre: dibujar una sonrisa necesaria y transformar el drama en una aventura.
* El autor es director del medio Infohuella.com.ar