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Su estructura cruje cuando se calienta y expande.
El viejo módulo de aterrizaje del Apolo 17 produce temblores en la superficie lunar porque su estructura cruje cuando se calienta y expande cada amanecer lunar al recibir los primeros rayos solares.
Es el hallazgo de un estudio realizado sobre los conocidos temblores térmicos que se producen en la Luna por efecto de la ausencia de atmósfera y las grandes diferencias de temperatura entre el día y la noche.
En la década de 1970, los astronautas de la misión Apolo 17 colocaron una serie de tres sismómetros en la Luna que podían medir los terremotos térmicos lunares.
Los sismómetros recogieron datos durante un período de ocho meses, desde octubre de 1976 hasta mayo de 1977. Los datos permanecieron prácticamente intactos hasta hace poco.
En un nuevo estudio, estos datos sísmicos lunares se han vuelto a analizar con técnicas modernas como el aprendizaje automático.
Movimientos sísmicos en la Luna
Dirigida por Francesco Civilini, un reciente postdoctorado de Caltech, la investigación muestra que los terremotos lunares térmicos ocurren con una regularidad precisa, todas las tardes cuando el Sol abandona su posición máxima en el cielo y la superficie de la Luna comienza a enfriarse.
Pero el modelo de aprendizaje automático del estudio también detectó firmas adicionales de actividad sísmica por la mañana que parecían diferentes de los terremotos lunares de la tarde.
Sorprendentemente, después de todo resultaron no ser terremotos lunares térmicos.
Los investigadores pudieron triangular la fuente del temblor y descubrieron que los temblores de la mañana en realidad provenían de la base del módulo de aterrizaje lunar del Apolo 17, a unos cientos de metros de distancia.
A medida que la estructura se calentaba y expandía por la mañana, la matriz sísmica detectó sus crujientes vibraciones.
“Cada mañana lunar, cuando el sol incide sobre el módulo de aterrizaje, éste comienza a desprenderse”, dice en un comunicado Allen Husker, profesor investigador de geofísica y coautor del nuevo estudio.
“Cada cinco o seis minutos, otro, durante un período de cinco a siete horas terrestres. Eran increíblemente regulares y repetitivos”.
La nueva investigación se describe en un estudio que aparece en el Journal of Geophysical Research – Planets.