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domingo, abril 28, 2024
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Un hito en el espacio: la NASA logra convertir orina y sudor en agua potable

  • Puso a punto un sistema de reconversión de fluidos humanos para obtener agua bebible en la Estación Espacial Internacional.

Un obstáculo menos. La exploración espacial se enfrenta a numerosos impedimentos. Uno de ellos es el abastecimiento de la tripulación en una misión de largo alcance (es decir, que dure varios años).

Durante 2023 cayó una de estas barreras cuando la NASA anunció que había logrado reconvertir el 98 por ciento de los fluidos excretados por los astronautas (orina, sudor, aliento) en agua potable.

Esto significa que la tecnología espacial ha conseguido que, si el cuerpo humano pierde dos litros cada día en la orina, se puedan reutilizar 1,96. Un ejemplo de reciclado extremo.

El avance es de enorme importancia, no solo para la exploración espacial, sino también para la vida diaria en nuestro planeta, jaqueada por un inminente desabastecimiento de agua potable, debido al cambio climático.

Además de acercarnos a la posibilidad de realizar con éxito misiones espaciales de larga duración (Marte es hoy una idea fija), es también un ahorro de espacio valioso en una nave espacial, sin mencionar el factor económico.

Llevar un litro de agua más allá de la Tierra tiene un costo de alrededor de 30.000 dólares, en lo que bien podría considerarse la botella de agua más cara del mundo.

Uno de los módulos de la Estación Espacial Internacional. Foto: Agencias.Uno de los módulos de la Estación Espacial Internacional. Foto: Agencias.

La cantidad de agua que el ser humano debe consumir diariamente es variable, según la edad, el género, la contextura y el medio ambiente. Las recomendaciones de los organismos de salud varían entre 2 y 3,7 litros por día.

En el caso de los astronautas, las instrucciones de la NASA (según un informe publicado en 2022) no se alejan tanto de esas cifras: les piden que consuman un mínimo de 2,5 litros diarios.

Hay una regla de oro: para mantener la homeostasis corporal, la ingesta de agua debe ser equivalente a la pérdida. Si cada día el cuerpo excreta unos dos litros de agua a través de la orina, eso se debe reponer.

Parece mucho, pero teniendo en cuenta el trabajo de filtrado diario de los riñones, podemos decir que es un sistema más que eficiente.

Todo se convierte

Si se tienen en cuenta los detalles de ese panorama, no parece exagerada la suma de 250 millones de dólares que la NASA gastó en el Sistema de Recuperación de Agua, que incluye un deshumidificador que recolecta el agua del aliento y sudor de los astronautas, y un Urine Processor Assembly (ensamblaje del procesador de orina), que convierte la orina en agua potable.

Desde su instalación en 2008, y a pesar de algunos contratiempos iniciales (a días de llegar a la Estación Espacial Internacional, el artefacto se descompuso), el complejo sistema se fue actualizando progresivamente y ha logrado aumentar su porcentaje de conversión en agua, del 85 % al 93,5 % en 2021.

El objetivo del 98 % fue anunciado durante este año.

Este último avance se logró mediante un nuevo artefacto tecnológico que se agregó en 2021, el Brine Processor Assembly (Ensamblaje del procesador de salmuera).

El sistema se utiliza para tratar la salmuera de orina que queda luego de la primera destilación que lleva a cabo el ensamblaje del procesador de orina.

Aunque ese 5 por ciento agregado a la recuperación de agua no parece gran cosa, puede significar toda la diferencia para una misión que necesite perpetuarse casi indefinidamente en el espacio, emulando –¿por qué no?– a la nave Enterprise de Viaje a las Estrellas.

Ciencia real

Por las dudas, cabe aclarar que el procesador de orina de la NASA no tiene nada que ver con la medicina alternativa conocida como orinoterapia, de la cual la urofagia (beber la propia orina) es una variante.

Aunque el uso de la orina humana (en algunos casos, de otros animales, como vacas o camellos) se ha recomendado en varias civilizaciones a lo largo de la historia para el tratamiento de diversas dolencias y otros usos (en la antigua Roma se la recomendaba para blanquear los dientes), la terapia que consiste en beber la orina propia fue desarrollada recién a comienzos del siglo XX, por un personaje británico que no era médico.

A esta altura también conviene destacar que no existen evidencias de que esta terapia alternativa sea efectiva, y en muchos países se la considera una seudociencia.

En cambio, el líquido resultante del procesamiento de la NASA es agua pura, y para ello se realizan controles y análisis que garantizan que el fluido resultante sea tanto o más puro que el agua potable que se consume a través de las redes municipales.

La médica Jill Williamson, gerente de subsistemas de agua del Sistema de Soporte Vital y Control del Ambiente de la Estación Espacial Internacional, declaró al respecto: “La tripulación no está bebiendo orina; está bebiendo agua que ha sido recuperada, filtrada y limpiada de tal manera que es más limpia que la que bebemos aquí en la Tierra”.

No obstante, si a lo largo del proceso, el agua no alcanza niveles aceptables de pureza, se reprocesa. Por último, antes de almacenar el agua procesada, el sistema le agrega yodo, para prevenir el crecimiento microbiano.

Así en la Tierra como en el cielo

La NASA afirma que el sistema utilizado en la Estación Espacial Internacional “también tiene un uso potencial en la Tierra en entornos hostiles y remotos con acceso limitado al agua”.

Quizás se trate de un logro más modesto que el primer milagro registrado de Jesús –convertir agua en vino–, pero puede tener mayor valor para la subsistencia de la humanidad. Aunque no es el elixir de la vida eterna, puede salvar millones de vidas.

Teniendo en cuenta la actual crisis del agua (el caso de Uruguay es un ejemplo contundente), numerosos científicos se han dedicado desde hace años a diseñar sistemas de reciclaje de la orina.

Una astronauta, en la Estación Espacial Internacional, experimentando la microgravedad. Foto: Agencias.Una astronauta, en la Estación Espacial Internacional, experimentando la microgravedad. Foto: Agencias.

En 2016, un equipo de la Universidad de Gante (Bélgica) anunció que había desarrollado un alambique, alimentado por energía solar, capaz de convertir el líquido amarillento en la preciada bebida incolora, inodora e insípida.

Y en 2009 el diseñador industrial argentino Leonardo Manavella patentó Agua H2O, un dispositivo de emergencia que se puede utilizar para convertir de forma sencilla la orina en agua potable.

Más cerca en el tiempo, a mediados de 2021, otro equipo de científicos, esta vez de la Estación Espacial China, presentaron su propio sistema para astronautas, capaz de transformar 6 litros de orina en unos 5 litros de agua, algo más del 83 por ciento.

Es mucho menos que el logro obtenido de la NASA, pero demuestra que conseguir agua potable es una necesidad de interés para toda la humanidad.

Aunque todos estos sistemas se hallan en etapa de prototipo, o tienen una aplicación restringida, se trata, sin dudas, de algo que, más tarde o más temprano, será parte de una nueva realidad.

Más allá de los obstáculos de costos y tecnología aplicada, queda, sin embargo, una barrera quizás más difícil de superar: la cuestión psicológica.

Posiblemente pocas personas estarían dispuestas a beber agua –por más pura que sea–, sabiendo que su origen es la orina de cada día.

Pero, como dicen, la necesidad tiene cara de hereje, así que es probable que solamente haya que hacerse a la idea, cerrar los ojos y “pasar el mal trago”.

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